lunes, 30 de enero de 2012

Los animales celtas


Los celtas dependían de los animales para vivir, cazando los animales salvajes y domesticando los más sumisos. Como consecuencia los animales eran sacrificados en rituales los cuales implicaban a veces comer parte del cuerpo y otros en cambio, no se consumía parte alguna por representar el animal el símbolo inmaculado de sus cualidades y poderes mitológicos asociados a los dioses celtas. Llegó un punto en el que los propios celtas quisieron asumir como suyas las características de los animales que ellos admiraban. Para ellos ciertos animales eran especiales por sus cualidades y constituían todos los aspectos de su mundo.

La adopción de los símbolos de animales se convirtió en una práctica frecuente y honorable que entrañaba la poderosa creencia de que así se obtenían los atributos deseados del propio animal. Esta es la razón por la que los guerreros celtas llevaban en sus armaduras tallas de animales en bronce y cascos con claros adornos basados en todo tipo de animales, desde cuernos, o partes de aves o de cuadrúpedos. No es de extrañar, por tanto, que en sus leyendas y mitología los animales aparezcan frecuentemente como protagonistas y sea frecuente que los héroes e incluso dioses celtas utilicen la metamorfosis o el zoomorfismo para convertirse en un animal generalmente admirado y poderoso por sus cualidades. La diosa Morrigan, por ejemplo, solía convertirse en un oscuro cuervo, símbolo y preludio de la muerte de algún guerrero. En un altar en cambio, los animales representados a los lados de los dioses serían una alusión  a la figura primitiva de dioses ya que en tiempos ancestrales los celtas adoraban a la naturaleza como divinidad propiamente dicha y seguramente también lo hacían con los animales.

Efectivamente algunos grupos de pobladores celtas tomaban por nombre el animal sagrado con el que se identificaban. La tribu de los "Taurisci", Nathair, recibía esa denominación porque sus miembros estaban considerados como "el pueblo del Toro", los "Lugdunum" eran llamados así porque habitaban en la "colina del Cuervo", los "Ruidiobus" aparecían asociados al "Jabalí y al Ciervo", la tribu de los "Artogenos" eran los "hijos del Oso"y así sucesivamente. De esta manera los celtas practicaron lo que conocemos como totemismo, es decir el reconocimiento de un grupo como descendientes de un determinado animal.

Los animales que los celtas consideraban sagrados son los siguientes:


EL CIERVO: 


Soy Ciervo

Señor del Bosque y guía del chamán
Orgullosa es mi estampa, libre mi corazón

Soy Ciervo

Sube a mi grupa sin miedo y juntos nos adentraremos
en los sombríos bosques del Otro Mundo

Soy Ciervo

Deja que te muestre el Camino
que conduce a los Antepasados

El ciervo era la criatura más antigua existente para los celtas. Este animal fue asociado desde tiempos inmemoriales a Cernunnos, el dios de los animales y de la caza. Este dios, a veces tricéfalo, aparece frecuentemente acompañado por otros animales como serpientes, ciervos, perros, jabalís, toros o leones. Por esta razón fue llamado señor de los animales y es el dios más antiguo que se conoce ya que se ha descubierto en pinturas rupestres del Neolítico francés (gruta de los Troisfréres) como un hombre-animal que luce grandes astas de ciervo. Investigadores afirman que esta divinidad era el centro de rituales cuyo objetivo principal era mejorar la suerte, favorecer la caza y probablemente preservar el espacio para cazar.
El nombre de Cernunnos no significaba, como se creía “cornudo”; Cern significa “ángulo, punto saliente” con lo cual Cernunnos significaría algo así como “aquel cuya extremidad es como la de un ciervo. “

Cernunnos tenía una consorte femenina a menudo representada al lado de Cernunnos sujetando una cornucopia. Ambos se consideraban protectores de la naturaleza, creadores y alimentadores de los seres humanos, los animales y las grandes y dioses de la fertilidad y la regeneración.  Estas cualidades les son dadas por sus cuernos pues si recordamos que el ciervo pierde sus defensas en otoño y las recupera en primavera, entonces vemos claramente su carácter vinculado al rejuvenecimiento y renacimiento.

Algunos atribuyeron a Cernunnos el nombre de Dis Pater y según Cesar los celtas creían ser descendientes de este dios, tal era su importancia. Un detalle curioso es que este dios aparecía frecuentemente sentado con las piernas cruzadas en una posición muy parecida a la de Buda, lo que ha hecho que muchos historiadores reivindiquen el origen oriental de esta divinidad. Lo que sí está claro es que este dios es pre-celta, apareciendo a lo largo de la historia en muy variadas manifestaciones.

El ciervo, por tanto, simbolizaba la naturaleza salvaje, la fertilidad, abundancia y renovación. Además tiene un marcado carácter funerario pues se han encontrado representaciones de este animal en numerosas tumbas descubiertas y en objetos elaborados en terracota; incluso en el Mesolítico se encontró a difuntos que llevaban en la cabeza astas de ciervo;   no es casualidad que en la mitología celta este animal proceda del otro mundo. Según los celtas el ciervo sería un animal chamánico que se movía entre mundos y solía acompañar al druida o al héroe en la mitología en sus viajes al Otro Mundo además de escoltar a las almas al Otro Mundo.

Su cornamenta era símbolo de fuerza, relacionada con la fecundidad y la supervivencia y ahora veremos por qué.
Las luchas entre ciervos en la época de celo debieron impresionar a todo aquel que se atreviera a observarlas, y así como el macho vencedor quedaba como jefe de la manada, las astas quedaron asociadas con la fuerza del macho vencedor que adquiría el derecho de ser el único con derecho de copular con las hembras más fértiles.
Se sabe que en la época celta cristiana era tradición llevar máscaras de ciervo (“cervulum o cervura facere”) y que la iglesia trató por todos los medios de eliminar estas prácticas paganas. Además era frecuente ver amuletos circulares tallados en asta de ciervo con el fin de favorecer la suerte y obtener riqueza por lo que el ciervo obtuvo las mismas cualidades en los ritos celtas.


EL TORO


Soy Toro

Poderosa y fuerte es mi esencia
Amante e inflexible mi voluntad

Soy Toro

Sol y sangre me persiguen
La verdad y el valor persigo

Soy Toro

Adéntrate en mis dominios
Y respira lo que ello significa
.



El toro es símbolo de poder, fuerza e ímpetu combativo y esta también asociado a la conquista. Este animal era tan sagrado que algunas tribus celtas evocaban su nombre e incluso se utilizaba en topónimos constantemente.
En la Galia, se veneraba a un toro de tres cuernos, que también era utilizado como talismán y cuya causa y simbolismo nos es aún desconocida aunque podemos prever que era un culto fundamentalmente basado en la fertilidad y en las cualidades que representaba este animal.

El toro era muy venerado entre el pueblo celta pues simbolizaba la voluntad sin concesiones, la inflexibilidad, la fuerza, la obstinación y la fertilidad y virilidad. Esto hacía que el símbolo de este animal apareciera representado en las camas (en sábanas, ropa de cama, etc…) para favorecer la fuerza sexual y la resistencia.
También era símbolo de riqueza de tal forma que aquel que poseyera entre sus posesiones un magnífico y fértil toro era considerado el ser más rico de la tribu y por tanto el de más poder.

También existía un tipo de adivinación druídica basada en sacrificios rituales de toros.  Según el historiador griego Diodoro Sículo (siglo I a. C.) los druidas masticaban una porción de carne de este animal para luego colocarla sobre una losa de la puerta del hogar, en calidad de ofrenda a los dioses. A continuación el druida, envuelto en la piel del toro, caía en un profundo sueño llamado “sueño de toro”, durante el cual se le aparecía el animal dispuesto a contestar preguntas sobre el futuro o simplemente se tenían sueños proféticos con el fin de descubrir la identidad del nuevo rey, la persona que en lo sucesivo habría de garantizar con su comportamiento y decisiones la prosperidad del grupo.  En “La postración de Cú Chulainn” lo explica de la siguiente forma:

«se hizo la ceremonia del toro [tarbfhes]. En ella se destinaba al sacrificio
un toro blanco, y a un solo hombre a engullir hasta la saciedad de su carne y
de su caldo. Bajo este hartazgo, se producía un sueño [chotlud] mientras
cuatro druidas cantaban [chantain] un conjuro de la verdad [ór fírindi]. Por
obra de los druidas, se revelaba en la visión [aslingi] qué clase de hombre
debía ser hecho rey, según su aspecto y descripción observados en la visión,
y qué se debía hacer al respecto».


La elección del rey dependía por entero de los druidas, los cuales eran los únicos que podían legitimarlo para el poder, otorgando al elegido la vara que le convertía en rey y que en ocasiones era cortada directamente del árbol sagrado de la tribu.

La relación del toro con la soberanía real lo convirtió así en un animal sagrado, cuyo culto se extendió como la pólvora por toda la cuenca mediterránea.


EL CABALLO


Soy Caballo

Indomable y fiero parezco
Curo la arrogancia y la falsedad

Soy Caballo

Noble es mi alma, implacables mis designios
Reino de vida y muerte me pertenecen

Soy Caballo

Si quieres ser rey a mi deberás rendir homenaje
Si quieres ser sabio deberás buscar mi consejo.

Los celtas asociaron el caballo al culto de Epona, diosa de la fertilidad y de la naturaleza, asociada con el agua, la curación y la muerte.
El caballo simbolizaba el carácter guerrero, la fecundidad del sol y el poder del fuego. Se consideraba un animal de guerra y protector contra todo tipo de males; también tenía un doble valor simbólico: por una parte encarnaba las fuerzas solares y por otra estaba vinculado con el reino de los muertos. ¿Cómo es posible? Se sabe que los miembros de la nobleza gala veneraban al caballo porque se comportaba como un aliado fiel en las campañas guerreras, con lo cual era frecuente que en las tumbas se encontraran numerosas referencias a este animal.
De esta manera, su importancia hizo que se convirtiera en un animal sagrado por lo que estaba prohibido comer su carne o hacerle daño alguno, salvo en sacrificios o rituales muy específicos.

Los caballos blancos eran símbolo de fertilidad y abundancia, en especial las yeguas blancas ya que estaban asociadas a la diosa Epona. Además se usaban también en rituales relacionados también con la soberanía real. Como he dicho, el rey era elegido por los druidas quienes le otorgaban legitimidad pero éste no podía empezar a reinar sin haber antes cohabitado con “la diosa de la soberanía”.  Este ritual no es exclusivamente celta ya que ha existido en la cultura indoeuropea, sumeria e incluso egipcia. Para reinar el rey tenía que copular con la diosa representada frecuentemente en la forma de una mujer o doncella (la más fértil de la tribu) pero también podía ser representada en la figura de una yegua blanca. De esta forma, la figura de la soberanía representada por una yegua, era indispensable para los ritos de inauguración del nuevo rey, que consistía en el apareamiento del nuevo monarca con una yegua blanca, ritual que continuó hasta bien entrada la era cristiana. Para los escépticos, os diré que el clérigo Giraldus Cambrendis que viajó por Irlanda en el 1185 d.C. presenció personalmente este rito e impactado ante semejante costumbre pagana lo documentó con todo lujo de detalles:

“Ante la presencia de un grupo de invitados, el nuevo rey copula con una yegua blanca; el animal es seguidamente sacrificado y descuartizado, y sus carnes son cocidas en un gran tanque; el rey se introduce en el agua de ese tanque, y se sacia comiendo la carne y bebiendo directamente el líquido del mismo, todo ello ante la presencia de sus cortesanos, quienes comparten con él la carne de la yegua. Una vez completado este ritual, ese rey potencial es considerado ya como líder legítimo y consagrado.”

lunes, 23 de enero de 2012

Los árboles y los celtas


Todos sabemos el gran amor que tenía el pueblo celta por la naturaleza y en especial por los árboles, los cuales consideraban sagrados.

Había en particular trece árboles a los que consideraban intocables y por tanto sagrados, que crecían en bosques específicos que ellos llamaban "nemat" o "nemeton", (la raíz gaélica Nemed significa sagrado) es decir, lugar de culto. Un poema del siglo XVII en cambio cita solamente siete árboles: el aliso, sauce,  abedul, fresno, tejo, pino, manzano y avellano cuya tala ilegal suponía una multa de una vaca. Esto hace que a lo largo del tiempo existieran diferentes sistemas de clasificación de árboles.

Para las Leyes Bretonas los árboles se dividían en cuatro categorías, Siete Árboles Jefes, Siete Árboles Rústicos, Siete Arbustos, Ocho Arbustos Espinosos, con una escala de multas por la tala ilegal cuya severidad disminuía según la categoría. Cabe destacar que en este caso los Árboles Jefes preciados por su nobleza o carácter sagrado, eran:

1. Roble, por su tamaño, belleza, y sus bellotas.
2. Avellano, por sus nueces y zarzos.
3. Acebo, por su madera, utilizada en lanzas de carros.
4. Tejo, por su madera, utilizada para vasijas caseras, petos, etc.
5. Fresno, por su madera, utilizada para hacer el trono del Rey, y para astas de armas.
6. Pino, por su madera utilizada para hacer punzones.
7. Manzano, por su fruto y su corteza apropiada para la curtiembre.

Lo que más llama la atención es que en la mayoría de clasificaciones, hay dos árboles que se repiten insistentemente: el manzano y el avellano. De hecho, se sabe que en el siglo VII, se exigía la pena de muerte por la tala ilegal de ambos árboles existiendo un antiguo proverbio que reza así:

"Tres seres hay que no respiran que sólo pueden compensarse con seres que respiran: un manzano, un avellano y una arboleda sagrada".

¿No os parece curioso?

La arboleda sagrada se refiere a bosques sagrados elegidos minuciosamente donde los druidas y su pueblo realizaban todo tipo de ritos basados en la mitología celta cuya máxima deidad era Nemetona, (diosa gaélica consorte ocasional de Marte, dios romano de la guerra) quien presidía cada ceremonia. Esta divinidad puede estar relacionada con "Nemain", una diosa de la guerra irlandesa.



Se creía que el poder de los dioses se encontraba místicamente en cada uno de los árboles del bosque, y por ello, cada árbol era consagrado a un Dios o simbolizaba una virtud.

Alrededor de estos árboles no sólo se reunían para celebrar rituales, sino que se reunían para meditar, para bailar las danzas sagradas y algunas veces incluso para realizar sacrificios.

La popular expresión "toquemos madera" procede precisamente del carácter sagrado con el que los pueblos celtas envolvían al árbol, el cual constituía un símbolo de buena suerte, en el sentido de que determinados pueblos celtas creían que los druidas, tras la muerte, se encarnaban en el árbol, y que estos, aun tras su muerte, aun velaban por la salud de su pueblo.

Esta es otra razón por lo que también se asociaba al árbol un cierto poder esotérico propio del druida como el de predecir el futuro. Según los celtas los árboles representaban un nexo de unión entre el cielo (con sus ramas superiores y a través de la copa), la tierra (por medio de su tronco y ramas inferiores) y el inframundo (por sus raíces) además de simbolizar el círculo de las estaciones (invierno-muerte, primavera-renacimiento). Y no solo eso; los druidas consideraban que cada hombre o mujer llevaba en su interior un árbol, por medio del cual alimentaba el deseo de crecer espiritualmente. De esta forma el árbol se convertía en el protector material y espiritual del pueblo celta.

Una antigua tradición lo confirma: al nacer un niño los celtas tenían la costumbre de plantar un árbol, el cual se convertía en el compañero y consejero del recién nacido durante toda la vida,  por ello, era normal que cada uno cuidara su árbol, lo podara y lo cuidara. Al morir, era frecuente que la persona fuese enterrada bajo su árbol. En muchos casos, se dejaba al cuerpo dentro del tronco flotando sobre el río. Con el tiempo esta costumbre hizo que se utilizase la madera del árbol para construir lo que hoy conocemos como los ataúdes.

En el árbol se hallaban reunidos la totalidad de de los elementos: el agua que fluía en su interior, la tierra que se integraba en su cuerpo por las raíces, el aire que alimentaba las hojas y el fuego que surgía de su fricción. Al estar reunidos todos los elementos en un mismo ser, se consideraba al árbol como símbolo de la vida puesto que era y es portador de frutos que dan o prolongan la existencia.  Puede ser éste uno de los motivos por el que la madera de determinados árboles eran elegidos para grabar textos célticos antiguos o símbolos del ogham.  En pueblos indoeuropeos pre-célticos se sabe que el término árbol significaba “Fuerza” y que se usaba incluso en nombres propios. En gaélico, 'fid' significa árbol y 'fios' conocimiento. En galés, dichas palabras son respectivamente 'gwydd' y 'gwyddon'.

Los celtas asociaron cada árbol con una época del año y usaron un horóscopo basado en los árboles que ellos consideraban sagrados. En correspondencia, a cada árbol se le otorgó un mes. Me sería imposible exponer toda la mitología englobada alrededor de todos estos árboles por lo que os pongo un breve resumen de cada uno a pesar de que en los artículos anteriores referentes al horóscopo celta hice una exposición más amplia (aquí incluyo el manzano, árbol que no aparece en el horóscopo celta):

El primer mes está atribuido al abedul, el cual es un árbol de luz (entre otras cosas por su corteza blanca y sus hojas de color verde claro). El abedul es uno de los primeros en tener sus hojas de primavera, es el árbol de la juventud y el año nuevo y sus varas de abedul se utilizaban para expulsar el espíritu del año viejo.
El Serbal en cambio, es un árbol de adivinación y protección, probablemente debido a sus bayas rojas. Se dice que los druidas han utilizado desde tiempos inmemoriales varitas de Serbal para obligar a los espíritus para responder.

El fresno es el árbol del Renacimiento, de protección y adivinación. Las varitas de druida eran a menudo de fresno  y no es casualidad que el árbol de la vida, Yygdrasill, fuese precisamente un fresno. La vara o bastón del dios celta y jefe de los Tuatha De Dannan, Dagda, se cree que estaba hecha de madera de fresno.

El aliso es considerado un árbol de la muerte y resurrección, capaz de crecer en los suelos más inhóspitos. Cuando se corta, la madera de aliso cambia de blanco a rojo, razón por la que su tala era considerada tabú.

El Sauce es el árbol del encantamiento, consagrado a la Luna y a la diosa que conduce al renacimiento espiritual.

El Espino es un árbol venerado especialmente en las celebraciones de Beltane. Este árbol, especialmente solitario, es considerado un árbol de hadas y considerado de muy mala suerte cortar cualquiera de sus ramas. Su asociación a la fertilidad viene porque se creía que en la fiesta de Beltane se propiciaban  los matrimonios temporales o votos de matrimonio estando el espino presente en tales ceremonias.

El roble (“Duir" en irlandés) es muy apreciado por su sabiduría, fuerza y los atributos fálicos de sus bellotas. Se cree que la palabra "Druida" deriva, en parte, del roble cuya raíz es "dru". Aunque el roble se considera un árbol masculino, hay personajes femeninos que se mecen en sus poderosas ramas.

El acebo es especialmente venerado en la fiesta de Yule, su quema significa el fin del reinado del rey acebo (invierno) y el principio del reinado del roble (sol).

El avellano es el árbol del conocimiento celta, sagrado para las hadas, poetas y buscadores de la sabiduría. Su madera era muy apreciada para fabricar varas de adivinación y su tala era un tabú. El conocimiento esotérico del avellano se concentra en sus dulces frutos. Los nueve avellanos sagrados que crecieron en la desembocadura del río Boyne y Shannon en Irlanda hizo que sus frutos cayesen al agua y fueran tragados por el salmón del conocimiento que nadaba en ese momento por allí. Se dice que el número de manchas en la espalda del salmón refleja el número de avellanas que ha comido.
Asociado con los druidas, el Avellano era conocido como "Bilis Ratha", el "árbol venerado de la “rath" ("bilis" en irlandés es antiguo árbol sagrado, por ejemplo, "el mago de la bilis" se refiere a la "llanura de árbol sagrado)."

La vid y la hiedra son ambas plantas que crecen en espiral. Este tipo de crecimiento propicia la creencia de que la vid y la hiedra son plantas de la reencarnación. La vid es considerada un "árbol" de Renacimiento, alegría y euforia. La hiedra en cambio, es considerada un árbol de reencarnación y de la vida eterna debido al patrón espiral que posee.

Al parecer la caña o el carrizo, era el símbolo de la soberanía y el poder porque gracias a ella se construían los techos de las casas de los pueblos celtas y era tan apreciado que fue considerado tan importante como un árbol. Su sonido era representado como un mensaje divino cuyo significado había que desentrañar.

El saúco (antiguo irlandés "tromm," género Sambucus) también es considerado el árbol  de las hadas ya que se considera un lugar de mística morada de espíritus, siendo especialmente potente cuando crecen en un cementerio.

El Manzano cuya ausencia en el calendario celta es más que evidente a pesar de ser uno de los árboles más importantes para los celtas, puede deberse a la asociación que se produjo en plena cristianización de la manzana con el fruto tentador del diablo.

También se dice que al representar dicho árbol la inmortalidad, los secretos que conformaba eran celosamente guardados bajo llave y solamente transmitidos a ciertos elegidos y por esta razón era considerado un árbol secreto.  Este árbol, el manzano, además de ser el símbolo de la inmortalidad, era la representación de la perfección y la pureza y sus flores eran el signo del amor, la juventud y la fertilidad. Los manzanos rivalizan con los avellanos en linaje y tradición mágicos (por algo están relacionados con Avalon que significa "isla de los manzanos". Su etimología es protoindoeuropea y su evolución acabó derivando en el galés antiguo Abal (manzano), idéntico a la voz celta Abal, con igual significado.) y por eso aparecen juntos en multitud de leyendas y poemas antiguos celtas.

También en Irlanda se relaciona el manzano con el Más Allá y así, se relaciona en muchas leyendas con el País de las promesas o el otro mundo.  De ese lugar llegó una mujer portando una rama mágica de manzano que mostró al héroe céltico Bran, y con ayuda de la cual, logró convencerlo para partir hacia el Oeste. También el navegante Máel Dúin visitó dicha isla, que estaba cubierta de un espeso bosque del que arrancó una rama: Entonces “tres días y tres noches permaneció la rama en su mano, y al cuarto día habían nacido tres manzanas en el extremo del ramo. Durante cuarenta días, cada una de esas manzanas bastó como alimento”.

Es conocida asimismo en la mitología irlandesa la historia del rey supremo Cormac mac Airt, al cual, mientras reposaba sobre las murallas de Tara, se le apareció un mensajero del País de las Hadas que le ofreció una rama mágica de la que pendían tres manzanas de oro a cambio de tres deseos: Cormac accedió a ellos y se hizo con dicho objeto. 

Como curiosidad os dejo el Calendario Celta coincidente con el horóscopo celta que hemos dado en este blog aquí, aquí y aquí.


martes, 17 de enero de 2012

La verdadera bella durmiente.


Seguro que todos conocéis el famoso cuento de la Bella durmiente…pero ¿A que no sabéis que la primera versión es mucho más escabrosa y oscura, lejos de poder ser contada a un frágil e inocente público como son los niños?

“La bella durmiente del bosque” era el título del primer cuento del libro que Charles Perrault publicó en 1697 y que llegó a ser tan famoso como los cuentos contados por los hermanos Grimm. Su versión es muy parecida a la que conocemos hoy en día; sin embargo existe una versión anterior, publicada por primera vez en Italia, en 1636, por Giambattista Basile en su colección titulada“Pentamerone”.

El "Pentameron" o "Pentamerone" es un libro que recoge versiones originales de cuentos de hadas; en él  Perrault se inspiró para recrear sus propios cuentos. A diferencia de las versiones que conocemos en la actualidad, las versiones de Basile (siglo XVII) contienen aspectos más bien oscuros y turbios que fueron eliminados en versiones posteriores para adaptarlos a todos los públicos.

La verdadera historia de la bella durmiente cuyo título original era “Sol, Luna y Talía” es la siguiente:

En el nacimiento de su hija Talía, un rey reunió a todos los sabios y adivinos del reino para que profetizaran el futuro de su primogénita. Todos profetizaron en que la niña correría un enorme peligro a causa de una brizna de lino. Para evitar este trágico accidente, el rey ordenó que, a partir de entonces, no entrara en el castillo ni lino ni cáñamo.

Talía creció convirtiéndose en una bella y vivaracha muchacha, y sucedió que, un día como otro cualquiera, descubrió a una anciana que estaba hilando junto a su ventana. La niña, que no había visto en su vida nada semejante, llena de curiosidad, tomó la rueca en sus manos y comenzó a sacar el hilo. Pero entonces, una diminuta astilla de cáñamo se le clavó en una uña e inmediatamente cayó muerta al suelo.
El desconsolado rey, una vez descubierto tan desgraciado suceso, sentó a su hija sin vida en una silla de terciopelo, cerró la puerta del palacio y se fue para siempre intentando borrar, así, el recuerdo de su desgarradora tristeza e impotencia.

Algún tiempo después, pasó por allí un joven rey que iba de cacería. Su halcón voló hacia el castillo vacío, penetró por una ventana y no volvió a salir. El rey, persiguiendo al halcón, entró y recorrió el palacio, perplejo por no encontrar a nadie allí. En una de las habitaciones encontró a la princesa dormida y según el cuento, su belleza  fue tal que despertó la pasión del hombre y no tuvo reparos en tener relaciones sexuales con ella a pesar del letargo de la joven.
Tras el desenfreno de la pasión, el rey huyó de allí avergonzado de sí mismo intentando olvidar aquella aventura.

Nueve meses más tarde, Talía, todavía aletargada en su sueño, dio a luz dos gemelos, un niño y una niña, que se alimentaron de su pecho. En algunas versiones, entre ellas, la de Perrault, para explicar este parto y supervivencia milagrosa, unas hadas son las que hacen posible tal hecho y asisten a los niños alimentándolos y cuidándolos.

Sin embargo es otro hecho el que despierta a la princesa….Un día, cuando uno de los bebés intentaba mamar, al no poder encontrar el pecho, se puso en la boca el dedo en el que Talía se había herido. Chupó con tanta fuerza que extrajo la astilla que estaba clavada en él, y Talía despertó de su profundo sueño. Os podéis imaginar cómo se quedó la princesa al descubrirse con dos retoños recién nacidos y estar completamente sola. Para mondarse…

Coincidió además, que unos días después de estos hechos, el rey sin poder quitarse de la cabeza la aventura que había tenido con la princesa, se le ocurrió volver a visitarla. La sorpresa que tuvo al encontrar a Talía despierta con los dos niños recién nacidos fue mayúscula. Lejos de renegar de sus hijos, los aceptó con gran alegría llamándolos Sol y Luna (según otra versión Día y Mañana) y le confiesa a Talía que él es el padre. Durante unos días Talía y el joven rey viven un romance idílico antes de que él la vuelva a abandonar para volver junto a su esposa, de la que nunca hace mención. En otra versión el rey mantiene una doble vida manteniendo en secreto a Talía y a los niños durante dos felices años.

El caso es que la esposa del rey se acaba enterando de la existencia de los dos hijos bastardos y de la amante de su marido. Los celos, la envidia y la locura la invaden hasta tal punto que manda traer a palacio a los dos niños secretos con la excusa de conocerlos en nombre del rey. La ingenua de Talía deja ir a los dos pequeños con gran alegría pensando que al fin su vida de secretismo terminaría.
Una vez allí, la reina coge a los dos pequeños y los entrega a su cocinero ordenando que los degüelle para hacer con su carne un exquisito plato de cocina. Pero éste, incapaz de hacer un acto semejante, esconde a los niños en su casa dejándolos al cuidado de su esposa y prepara un buen guiso con la carne de dos magníficos corderos.

Cuando el rey llegó al comedor a la hora de comer, la reina, con mucho gusto, tenía el alimento servido en los platos. El hombre, sin desconfiar y con el hambre instalado en su estómago comió hasta hartarse. Es entonces cuando la perversa reina le dice con gran malicia que siga comiendo puesto que lo que está devorando es de su propia carne.

El rey medio sorprendido y enfadado argumenta que es imposible puesto que sabe perfectamente que no se ha traído nada a palacio que fuese de su propia carne. Tras una acalorada y amarga discusión el rey sale de palacio ofuscado por no saber a ciencia cierta si lo que dice su mujer es cierto. Para meditar sobre ello, calmar su alma y aliviar su ira, va a su lugar preferido, cerca de palacio.

Mientras tanto, la esposa del rey no contenta con el daño causado ordena buscar a Talía con la excusa de que el rey añoraba su presencia y la esperaba. Talía ansiosa como estaba, creyó a pies juntillas lo que se le decía y acudió rauda y veloz a palacio. Lo que la esperaba fue una reina llena de rencor y cólera que no le habló precisamente con palabras dulces y amables, como podéis imaginar. La acusa de seducir a su marido entre otras cosas, además de insultarla de muy variadas formas. La pobre joven trata de excusarse diciendo que no era culpable de tal seducción pues ella estaba dormida en el momento del hecho. La reina fuera de control y todavía más exasperada, ordena quemarla viva en una hoguera por difamación y libertinaje.

La divina providencia o la suerte propiamente dicha hizo que en el último momento el rey hiciese acto de presencia, atónito ante aquel horripilante escenario. Fuera de sí, ordena que la reina sea echada en el mismo fuego que ella había preparado para su amante. Lo mismo ordena para el cocinero pero él  le confiesa la verdad y el paradero real de sus hijos. El rey suspira aliviado por la gran noticia y tras recuperar a sus hijos y a su amada, y muerta su esposa se casa con Talía. No hace falta mencionar que el cocinero tuvo la mayor de las recompensas y fue hecho chambelán en la corte.

Desde ese momento todos, incluidos Sol y Luna, vivieron felices haciendo honor a un popular proverbio que reza así:

“Dicen que la gente afortunada, mientras yace en la cama, por la Fortuna es consagrada.”

¿Que os parece esta nueva versión más oscura? ¿Preferís ésta o la versión infantil del cuento?

martes, 3 de enero de 2012

El muérdago y otros ritos



Aunque sea un poco tarde ya, quiero desearos un:

¡Feliz año 2012! 

Espero de corazón que este año nuevo esté repleto de ilusiones, proyectos y sueños cumplidos para todos.

Al igual que nosotros emprendemos nuevas y futuras intenciones de empezar el año siendo mejores personas realizando acciones que así lo demuestren, como puede ser adelgazar, dejar de fumar, apuntarse al gimnasio, etc… y todas esas decisiones que tomamos cada año nuevo, los druidas tenían una filosofía parecida solo que lo realizaban a lo largo de toda su vida y no solamente al inicio de año nuevo. 

Como sabéis, las fuentes eran consideradas lugares sagrados y a ellas estaba asociado el ritual del nacimiento. Para los druidas, al nacer, se asignaba un nombre provisional o temporal, que solamente era modificado cuando esa persona, ya adulta, realizaba alguna hazaña de gran importancia o pasaba unas pruebas iniciáticas específicas. Esas pruebas estaban destinadas a mejorar, purificar y evolucionar el alma del iniciado de tal forma que alcanzara los siguientes niveles hasta alcanzar el mayor grado que era el de druida. Era tal, la obsesión por conseguir la perfección y la sabiduría absoluta, que los druidas, muy a menudo, imponían los geis, ges o gessa (en irlandés moderno, geassa). 

Este Ges es un tabú o prohibición que podía ser impuesto sobre los guerreros o personas que realizaban cualquier tipo de ofensa grave en la antigua Irlanda. Si la persona a la que se le imponía el geis no lo cumplía, era rechazada y expulsada del clan o pueblo celta al que pertenecía. En algunos casos incluso se ganaban una maldición o edicto del druida jefe del pueblo, lo que equivalía para los celtas en algo mucho peor que la muerte; tal era su devoción por el honor. Esto se realizaba para mantener el equilibrio en la sociedad y en su entorno de tal forma que los rebeldes y indisciplinados no tenían cabida. De hecho, se dice que algunos gessa, los adjudicaban los druidas sobre alguien en el momento de nacer y que las pruebas iniciáticas para pasar de grado se basaban en este geis impuesto al nacer. De esta forma se probaba la disciplina y el honor y pureza del iniciado en cuestión. 

En la mitología celta el gess es algo muy frecuente, utilizado por diosas, druidas e incluso por monstruos para enfrentarse a los temidos guerreros celtas y demostrar su sabiduría o cobardía. 

Otra forma de reclamar justicia contra alguien que había ofendido a otra persona era el Troscad, que consistía en un ayuno ritual, y la persona contra la que se ejercía debía ser informada de dicha ofensa, de forma que el ofendido permanecía delante de la puerta del ofensor hasta que éste reconocía dicha ofensa y aceptaba una solución justa, casi siempre promulgada por el druida.

Otro de los rituales más importantes era el llamado círculo de la prosperidad. Simulando el movimiento del sol, en el sentido de las agujas del reloj y como sucesión del día y de la noche, y del paso de las estaciones, se hacían rituales caminando hacia la derecha alrededor de pozos, piedras sagradas, o el propio fuego, siempre con la finalidad de favorecer la prosperidad y el beneplácito de los dioses.  

Y por supuesto, no nos podemos olvidar del famoso ritual del muérdago, realizado por estas fechas. Según el romano Plinio el Viejo, el ritual consistía en el corte del muérdago del roble sagrado realizado por un druida vestido de blanco con una hoz de oro durante el sexto día de luna, y el sacrificio posterior de dos toros blancos. Plinio no especifica el momento del año en que se llevaba a cabo este ritual, muchos deducen que podía hacerse en cualquier época, siempre y cuando se realizara durante el sexto día lunar; sin embargo otros autores afirman que se realizaba durante el 1 de noviembre o días posteriores durante el solsticio de invierno, sobre el 21 de diciembre. Sea como fuere, Plinio especifica que el muérdago recién cortado debía depositarse y recogerse en un paño de color blanco. Después se celebraba el ofrecimiento de dos toros blancos y jóvenes, que nunca hubieran sido vencidos. Para dar más misterio al asunto, el muérdago nunca debía tomar contacto con el suelo, ya que según los druidas de hacerlo perdería todas sus propiedades. Para los celtas esta planta era considerada mágica ya que poseía un increíble poder sanador. De hecho su denominación irlandesa: Uileiceadh o galesa: Oll-iach, significa “la  curación de todo”.   

Además creían firmemente en que, el muérdago, en la bebida, proporcionaba fecundidad a los animales estériles y que era un gran antídoto para cualquier clase de veneno lo que lo convertía en una planta muy apreciada entre todas las hierbas medicinales empleadas por estos sabios celtas. También era utilizado como amuleto protector siendo depositado en las casas de los pueblos para alejar todo tipo de males.  Como la casa o el hogar era un lugar de intercambio de besos con las visitas que llegaban habitualmente, acabó asociándose el muérdago con los besos. 

Evidentemente hay muchísimas leyendas unas más románticas y otras más mágicas asociadas a esta misteriosa hierba medicinal. Asociado a Taranis, el dios galo del trueno, se dice que el muérdago nació cuando un rayo cayó sobre una rama de un roble uniendo de esta forma simbólica el cielo y la tierra.  

Una pequeña anécdota para los curiosos como yo: 

En Inglaterra, en la época medieval el muérdago era utilizado para mantener alejados a los hombres lobo. La causa la desconozco pero apuesto a que tiene algo que ver con esa cualidad protectora que los antiguos celtas asociaban a tan verde y preciado tesoro.

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