martes, 21 de febrero de 2012

Guitarra, alma de mujer

 

La guitarra es un poderoso instrumento de cuerda con un origen incierto y sin embargo de una belleza inimaginable. Existen teorías que defienden que este instrumento fue introducido en España durante la invasión de los árabes en el siglo VIII. Otros sin embargo dicen que sus orígenes se remontan a la época de los griegos, los cuales crearon un instrumento con una apariencia muy similar a la guitarra española actual, aunque los bordes eran rectos y era de cuatro cuerdas.

Investigadores afirman que los romanos copiarían este instrumento extendiéndose por todo el imperio romano apareciendo en España sobre el año 400 a.C. Pero parece ser que su origen puede, en realidad, ser todavía más antiguo, pues existen documentos que prueban que en época de los Hititas (1300 a.C.) ya existía un instrumento musical de cuatro cuerdas con bordes curvos que también se descubrió en Egipto. ¿Casualidad?

Fuera cual fuera su origen, la guitarra llegó a ser la reina por antonomasia de la música gracias a su sonido suave y armónico. No es casualidad que existan infinitas leyendas (casi todas leyendas urbanas) alrededor de este instrumento como aquella que cuenta que Robert Leroy Johnson, un amante del blues, vendió su alma al diablo por tocar la guitarra como nadie.
Hoy os traigo una leyenda poco conocida pero muy hermosa sobre este instrumento. Espero que os llegue al corazón tal como me ha pasado a mí.

En una época donde el mundo aún era mundo de árboles y  enigmas, de llantos y alegrías, el verdadero amor gobernaba en muchos lugares. En uno de ellos, una pareja amante de la música, gozaba del amor que se tenían el uno al otro y que era tan profundo como inexorable.
Pero como suele pasar, aquello no tuvo un final feliz y la tragedia pronto acudió a aquel hogar. La mujer murió aquejada de unas terribles fiebres en brazos de su esposo cuyo corazón quedó irremediablemente roto. No había cosa alguna que lo consolara o aplacara el tremendo dolor que lo inundaba. No comía ni bebía y sus vecinos temieron lógicamente por él.

 Pero ocurrió, que en uno de esos días, llegó por el lugar, un extraño extranjero de piel parduzca y ropas enmohecidas por el polvo del camino que se detuvo junto a la casa del destrozado hombre. Él se hallaba fuera, cabizbajo y con las mano
s en el rostro, sentado a las puertas de su casa, sumido como siempre en su funesto dolor.

-¿Qué te pasa compañero? ¿Qué es lo que te aqueja?

El hombre apenas levantó la mirada y entre sollozos le contó al desconocido la historia de su vida, de su amada perdida, de su amor conjunto por el sonido y la música, de sus llantos amargos y de aquel dolor que no podía extirpar por mucho que lo desease.
El desconocido escuchó y tras unos minutos de profundo y respetuoso silencio, le habló en un tono suave y profundo:

-   Mírame a los ojos, amigo mío porque en ellos comprenderás muchas cosas.

El hombre levantó la cabeza lentamente y sin saber porqué, obedeció y miró a los ojos del extranjero. Eran unos ojos antiguos, llenos de sal y azúcar, de los secretos y mentiras de la vida; pero sobre todo de verdad; y aquella implacable inmensidad se vertió en él de tal forma que de repente se volvió empequeñecido por su propio dolor.

-   No temas, tu dolor es el mío pues veo con gran pesar que has perdido lo más preciado que se puede tener en esta vida que es la razón para vivir. 

El hombre desesperado se aferró al extranjero como si de un clavo ardiendo se tratase y le suplicó que le enseñase a vivir otra vez, a encontrar otra vez a su amada.

-   Yo no puedo devolverte lo que la vida se ha llevado, ni eliminar ese dolor que te anula. Pero si quieres ser ayudado, te obsequiaré con uno de mis más preciados tesoros si me prometes que seguirás tres consejos que has de seguir pacientemente.

El hombre asintió expectante, perdido en los ojos de su maestro.

-     Escucha con atención. 

1.- El tiempo es el mayor sabio y sanador de todo lo que en apariencia es irreparable. Has de ser su aprendiz y hacer de la paciencia tu guía. Solo así podrás vencer al dolor y a las dificultades.

2.- Aprende a mirar de verdad, de ver esas cosas que a menudo la vida nos ciega porque esas cosas son las que de verdad importan y nunca te serán arrebatadas. 

3.- Escucha, hasta el más profundo de los silencios tiene sus secretos. Si aprendes a escuchar correctamente obtendrás un conocimiento que si lo cuidas sabiamente te guiará por donde otros se han perdido. 

El hombre prometió seguir sabiamente esos consejos. A continuación el extranjero sacó de sus manos como por arte de magia un extraño instrumento de cuerda con enigmáticas formas. Parecía estar hecho de madera y simular el cuerpo de una mujer.

-     Escúchame atentamente porque este instrumento no es cualquier cosa; tiene sangre inmortal y alma de mujer y como tal necesita que la escuches y la mimes, la ames y la reprendas. Su música es cautelosa y altiva, indomable y tranquila a la vez. Si descubres su nombre, descubrirás la magia de la lluvia, la brisa, el mar y el fuego. Y entonces te será concedido lo que más deseas.

El hombre tomó con manos trémulas aquel extraño instrumento y se dio cuenta que de repente que estaba solo. 

¿Dónde estaba su extraño y extranjero benefactor? ¿Lo había imaginado o había sido víctima de algún pacto siniestro?

En cuanto sus dedos tocaron aquellas suaves cuerdas sus dudas se disiparon. El dolor seguía allí pero tocando podía sacarlo hacia fuera, a través de la música emitida por aquel utensilio mágico. Y tocó, tocó día y noche embargado por la nostalgia, el dolor y la esperanza del quizás. De vez en cuando comía y bebía pero volvía a los brazos de su inesperada amante resuelto a descubrir sus secretos.

Y el tiempo pasó y él aprendió a escuchar, a mirar y a valorar. Y el dolor implacable de repente ya no estaba en su interior… así que un día sin esperarlo siquiera, ella le dijo su nombre.

-          Soy yo amado mío. Soy yo.


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